Y encontraron su cadáver abrazado al amplificador, que fue incapaz de amplificar sus sentimientos hasta alguien que los recibiera, escuchara y apreciara. Y la autopsia determinaba que fue suicidio pero la nota clamaba justicia por todos los asesinos.
El de aquella amiga, tras una preciosa discusión. El de aquella otra que hizo la lanza: entró limpiamente y atravesó todo el cuerpo de lado a lado dejando todos y cada uno de los tejidos deshilachados. El del clan de los Brutus, que crecieron con él, que le debían todo lo que eran y se lo pagaron en su propia sangre. Puñalada trapera tras puñalada trapera. El de todas las personas que se esforzaron en dejarle claro que su vida valía menos que la mierda en la que estaba sumergido hasta el cuello.
Y la justicia que la nota clamaba, la consigió el cóctel mortal. Porque todos y cada uno de los asesinos asesinados habían ido muriendo para él. Poco a poco. Entre terribles sufrimientos. Y se conformaba con que ellos sufrieran la mitad de lo que lo había hecho él. Pobre idiota.
